VERSOS A MARÍA
Madre querida, esclava del Padre, antes de
conocerlo, antes de recibirlo en tu vientre
materno y fecundo.
Sierva humilde, madre tierna, esposa fiel,
de corazón dulce y manos cariñosas, mirada
transparente y regazo puro.
En tu vientre se encarnó el Cristo, en tu
corazón, la fuerza de una joven judía, llena
de gozo y felicidad.
Llena de dicha aceptaste los fuertes dolores
del parto, sobre la cama de una pesebrera
de Belén.
Tu corazón guardó las caídas de la infancia,
los extravíos, las frases, alegrías y llantos de tu
pequeño Jesús.
Con orgullo, viste crecer al hijo del carpintero,
amigo de pescadores y marginados. Defensor de
los sin voz, son ojos, sin oídos y sin manos.
Madre valiente, acompañaste al hijo, en
sus horas más amargas, que fueron amargas
también para ti.
Tu dolor, me consuela, tu ejemplo de
fidelidad al pie de la cruz, me conforta,
tu amor con los once, me levanta.
Querida Madre mía, quisiera llegar a rozar
tu misterio, a comprender tu grandeza, a
reír contigo, a llorar contigo, sentir tu fuerza.
Madre querida, que a todos nos haces hermanos
no quites tu mirada de nosotros, para que Él
también nos mire siempre.
Guárdame en tu corazón, protégeme; dame
valor y paciencia, para seguir a tu hijo, fortalece
mi carne débil y mi espíritu frágil.
María de Nazaret, madre mía y de mis hermanos,
rostro de perpetua humildad, corazón de eterno amor,
camina conmigo, dame tu consejo.
Recíbeme contigo, cuando la tarea que tu hijo
me encomienda cada día y
que a tu lado vivo, se haya cumplido.

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