viernes, diciembre 23, 2005

CANONIZACIÓN DEL P. ALBERTO HURTADO SJ I

Sin duda que el 23 de octubre pasará (siendo una fecha que en nuestro calendario no tenía mayor importancia, salvo para los que llevan por nombre Remigio), a ser recordado a contar de este año, como un día donde aconteció uno de los hitos de gran relevancia para todo el pueblo de Chile. Porque ese día en la Plaza de San Pedro, frente a los miles de fieles que allí se congreguen, junto a la inmensa mayoría de fieles que a través del mundo veremos por televisión, cuando el Papa Benedicto XVI proclame como nuevo santo de la Iglesia, al padre jesuita chileno, Alberto Hurtado Cruchaga (1901-1952), nuestra alegría será inmensa, no cabe ninguna duda, más aun para el mundo católico, y en especial para todos quienes se nutren de su espiritualidad, muy ignaciana por lo demás.

Sin embargo, luego de leer algunos escritos de Alberto Hurtado, al revisar su biografía, algunos de los libros que publicó en vida (por ejemplo “Humanismo Social”), pero en especial al leer un libro publicado hace muy poco (junio del 2005) por otro jesuita, Tony Mifsud (Director del Centro de Ética de la Universidad Alberto Hurtado) titulado “Sentido social: el legado ético del Padre Hurtado”, me han surgido muchas interrogantes, respecto de esta tan importante celebración, y por cierto que éstas podrían interpelar profundamente a muchos católicos e ignacianos, partiendo por quien escribe.

Muchas empresas de turismo y casas comerciales han comenzado desde hace ya varios meses a promocionar paquetes turísticos con días de hotel, pasajes, “Entradas a La Canonización” y todo tipo de subvenir, todo incluido, para asistir a esta celebración que al parecer en el transcurso de los meses y cada vez más a medida que se acerca la fecha, se va transformando en un “evento”. El valor promedio de estos paquetes turísticos bordea el $1.200.000 por persona y sin duda que cientos de chilenos (o miles, ¿quién sabe?) estarán dispuestos y ansiosos por juntar ese dinero, otros ya habrán pagado tal cifra, otros están pensando simplemente en “encalillarse” por muchos años para no perderse el “evento del año”, con la satisfacción única de haber estado allí y quizá sin haberse interiorizado más profundamente en la personalidad, pensamiento y obra de Alberto Hurtado.

Bajo este escenario, como anteriormente se mencionó, cabe preguntarse muchas cosas, como por ejemplo; ¿Que pensaría Alberto Hurtado de verse transformado en objeto de “negocio” de casas comerciales y agencias de viaje? ¿Qué le diría o que mensaje le daría para estas personas que desean llegar a endeudarse para ir a Roma? ¿Qué opinaría Alberto Hurtado al verse convertido en producto rentable?, porque este año seguramente todo lo que tenga que ver con el Padre Hurtado se venderá como pan caliente. Es seguro que ninguna de estas preguntas tendrá una respuesta, tal vez una muy buena aproximación en aquellos más conocedores de su pensamiento, pero a todas luces parece ser que el Padre Hurtado no estaría muy de acuerdo con que los católicos al menos despilfarraran tal cantidad de dinero en una celebración. Es más, no esta demás hacerse la pregunta ¿Iría Alberto Hurtado a su propia canonización? Probablemente no. Lo más seguro es lo consideraría una falta y carencia absoluta de sentido social, el gastar tanto dinero.


En las propias palabras de Alberto Hurtado, escritas hace 58 años:

“Las manifestaciones cotidianas de la falta de sentido social, no van manchadas con sangre, pero sí de falta de justicia, de respeto, de delicadeza. No destruyen un pueblo pero le impiden tener el grado de bienestar a que tiene derecho. A veces no son faltas contra la justicia, pero sí contra la caridad; no quitan, pero tampoco dan; no matan ni roban, pero tampoco aman ni sirven. Los que tienen ¿están resueltos a ceder parte de sus privilegios para que los que no tienen posean algo?
[1]

Basta tan solo con pensar en todas las cosas que el Padre Alberto Hurtado podría hacer con todos esos millones (recordemos que ir a Roma cuesta $1.2 millones por persona y en varios miles de chilenos son muchos millones), quizá abriría más hospederías, crearía nuevas obras, o ampliaría lo que ya existe, crearía escuelas, ayudaría a países vecinos, damnificados de terremotos, etc., sin duda muchas cosas, soñar no cuesta nada.

Y esto es válido de preguntarse porque (es probable y muy cierto) muchos de aquellos que eran los favoritos de Alberto Hurtado (por cierto también de Jesús), ”los patroncitos”, los que viven y duermen en la calle tapados con cartones, los indigentes, los que no aparecen ni en registros y estadísticas de Gobierno, los que viven con menos de $25.000 al mes, los que roban para alimentarse o que mendigan hurgando la basura, los que vagan por las calles empapados en la lluvia, ebrios y sin hogar, muchas veces enfermos. Esos, todos ellos, seguramente no tendrán cerca siquiera un televisor o un lugar cómodo, tibio y seco donde ver a la distancia al Papa Benedicto XVI canonizar a este siervo de Dios que tanto los quiso y que tanto luchó por la defensa de sus derechos en la sociedad y esto es porque para Alberto Hurtado todas esas personas son Cristo, Alberto Hurtado veía al mismo Cristo encarnado en cada pobre, en cada niño, en cada anciano e indigente, y no descansaba hasta poder dar alivio al dolor de esos “samaritanos”, porque para el Padre Hurtado eso era dar alivio, alojo, comida, abrigo y cariño al mismo Cristo.

Tal vez el Padre Alberto Hurtado estuviera más “contento” (eso tampoco es certeza) con que sólo algunos de esos miles de chilenos que pretenden gastar millones en ir a Roma para verlo elevado al sitial más alto, pudieran también verlo y vivir siendo parte de su legado en Chile. Ya sea haciéndose socio del Hogar de Cristo, con un aporte mínimo o que alguno se comprometiese con una obra social donde pueda servir a otros, regalando tan sólo su tiempo, o con otros aportes similares, más que gastar dinero que a veces no se posee, para sentirse parte del espíritu y legado del Padre Hurtado, y después muy tranquilo poder decir “yo estuve en la Plaza San Pedro el 23 de octubre del 2005” y orgullosamente mostrar a los amigos y conocidos todas las fotografías que seguramente ese día se sacarán por miles.



Gastón Rivera C.
[1] Humanismo Social, Capítulo VII, 1947.